La inteligencia artificial (IA) ya forma parte de nuestra vida cotidiana, muchas veces sin que lo notemos. Desde asistentes virtuales como ChatGPT o Copilot hasta dispositivos inteligentes como cepillos de dientes o relojes, la IA recopila y analiza datos para personalizar experiencias, mejorar servicios y predecir comportamientos. Pero ¿sabemos realmente qué información se está recolectando y cómo se utiliza?
En este artículo te contamos cómo la IA interactúa con tus datos personales, qué riesgos existen para tu privacidad y qué controles —limitados, en muchos casos— tienen los usuarios.
IA generativa y predictiva: ¿cómo usan tus datos?
Los sistemas de IA utilizan distintos tipos de algoritmos según su propósito.
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La IA generativa, como la que impulsa ChatGPT o Google Gemini, utiliza grandes volúmenes de datos para crear contenido nuevo (texto, imágenes, audio).
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La IA predictiva, por su parte, analiza patrones de comportamiento pasados para anticipar decisiones o necesidades, como predecir si cumplirás tu meta diaria de pasos o qué series te pueden interesar.
Ambos tipos de IA procesan datos personales: desde lo que escribís en un chatbot hasta tu historial de navegación o actividad física.
¿Qué datos recopilan los asistentes de IA?
Cuando interactuás con herramientas de IA generativa, cada mensaje, pregunta o comando que ingresás queda registrado. Empresas como OpenAI informan que esta información puede usarse para entrenar sus modelos y mejorar sus servicios. Aunque ofrecen opciones para excluir tus datos del entrenamiento, aún así se almacenan y analizan.
Además, aunque muchas compañías aseguran anonimizar los datos, siempre existe el riesgo de reidentificación. Es decir, que alguien pueda asociar esos datos nuevamente con tu identidad.
Las redes sociales y la IA predictiva
Plataformas como Instagram, Facebook o TikTok aplican IA predictiva para optimizar su algoritmo de recomendación. Cada clic, like, comentario, visualización o publicación se convierte en un dato que alimenta un perfil digital sobre vos.
Estos perfiles pueden:
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Ajustar el contenido que ves para maximizar tu tiempo en la app.
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Alimentar campañas de publicidad hiperpersonalizadas.
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Ser vendidos a intermediarios de datos para otros usos comerciales.
Además, estas plataformas rastrean tu actividad fuera de sus apps mediante cookies y píxeles de seguimiento, incluso si usás otros dispositivos o navegadores.
¿Qué pasa con los dispositivos inteligentes?
Los smartwatches, altavoces inteligentes y otros dispositivos conectados también recopilan datos constantemente: ubicación, voz, ritmo cardíaco, movimientos, patrones de sueño, etc. Muchas veces, sin necesidad de que el usuario interactúe activamente.
Algunas empresas almacenan estas grabaciones de voz o datos biométricos en la nube. Y si bien prometen cierta privacidad, estas bases de datos pueden ser accesibles por terceros como anunciantes, compañías de análisis o incluso autoridades, si hay una orden judicial.
¿Tenés control sobre tus datos?
Tanto las plataformas de IA como las redes sociales ofrecen configuraciones de privacidad, pero en la práctica el control que tienen los usuarios es mínimo. Como dijo el teórico Douglas Rushkoff: “Si el producto es gratis, el producto sos vos”.
Y hay más: dispositivos de fitness, por ejemplo, no están regulados por leyes como la HIPAA (EE. UU.), lo que les permite comercializar datos sensibles de salud o ubicación. Amazon, incluso, ha desactivado opciones que antes permitían a los usuarios limitar la recolección de datos de sus dispositivos Echo.
¿Qué preocupaciones plantea la IA?
La mayor preocupación en torno al uso de datos por parte de la inteligencia artificial es la falta de transparencia. La mayoría de las personas no sabe qué datos se recolectan, cómo se usan, ni quién tiene acceso a ellos.
En un mundo cada vez más conectado, donde la IA mejora la eficiencia pero también desafía nuestra privacidad, resulta clave mantenerse informado, exigir mayor regulación y tomar decisiones más conscientes sobre las herramientas que usamos.
Fuente: Adaptado de un artículo de Christopher Ramezan, profesor de ciberseguridad en la Universidad de Virginia Occidental, publicado originalmente en The Conversation.
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