En pocos años más, la inteligencia artificial estará presente en la mayoría de las actividades humanas en todo el planeta. Día a día se descubren nuevos usos de la IA en distintas ramas de la industria. Desde la salud (recientemente predijo la estructura molecular de casi cualquier proteína del cuerpo humano), hasta el transporte (ya circulan vehículos autónomos a modo de prueba en China y Estados Unidos); desde las finanzas (las cotizaciones en Wall Street dependen cada vez más de decisiones tomadas por algoritmos), al entretenimiento (Netflix y otras plataformas ofrecen contenidos a sus clientes a través de algoritmos). Pareciera ser que para 2030 pocas actividades quedarán inmunes a la infiltración de la IA.
Exactamente cómo afectará la IA el futuro del trabajo, los salarios y la productividad aún no queda muy claro. De hecho, la revolución digital no ha tenido un impacto evidente en la productividad industrial. Sin embargo sí se espera la sustitución de puestos de trabajo por robots y una disminución de los salarios en ciertas actividades.
Según un estudio del MIT y de la Universidad de Boston, el salario de los trabajadores estadounidenses no ha crecido durante las últimas tres décadas debido en gran parte a la automatización de trabajos rutinarios.
Ahora los oficinistas y otros profesionales también corren el riesgo de perder sus trabajos a medida que el aprendizaje automático y el análisis de datos alcanzan funciones más complejas. Según la consultora McKinsey, sólo el 10% de estos puestos de trabajo desaparecerían en los próximos años. Sin embargo, el 60% se vería afectado en al menos un tercio por la irrupción de robots y algoritmos.
Algunos especialistas sostienen que la productividad de la AI hasta ahora ha sido decepcionante, pero mejorará. Sin embargo la mayoría cree que para 2030 se sentirá el impacto en la fuerza laboral.
La inteligencia artificial ya ha demostrado también que puede ayudar a debilitar el sistema democrático, difundiendo informaciones falsas. También mediante la aplicación de tecnologías de vigilancia masiva.
El impacto que tendrá la IA es algo que preocupa actualmente al mundo desarrollado desde la política y la academia. Debido a que impactará en todas las áreas de actividad humana, el desarrollo de la inteligencia artificial y sus aplicaciones deberían ser canalizadas pensando en el beneficio económico y social de la población y no en el beneficio económico de las grandes empresas, sostienen muchos especialistas.
Una decena de grandes compañías –entre ellas Amazon, Alphabet, Alibaba, Facebook, Netflix, Baidu- son responsables por 2 de cada 3 dólares que se invierten en IA, según un artículo recientemente publicado por Wired.
Estas empresas son también las que poseen la gran mayoría de las patentes. Los enormes presupuestos que invierten en investigación y desarrollo superan ampliamente a los que invierten los gobiernos de las grandes potencias. Y cuentan con el capital para adquirir cualquier startup que represente una innovación en el ramo. A veces con el fin de integrarlas a sus propósitos y otras, con el fin de hacerlas desaparecer. Google, por ejemplo, ha adquirido 187 empresas desde 2003. 30 de ellas dedicadas a la inteligencia artificial.
Las cinco gigantes tecnológicas norteamericanas (Amazon, Apple, Microsoft, Google y Facebook) tienen un promedio de 18.000 ingenieros trabajando para sus departamentos de IA; muy lejos del promedio de 2.500 con que cuentan las compañías dedicadas a inteligencia artificial que les siguen en el ranking, según datos de Digital Planet. Además, en lo que respecta a Big Data, prácticamente puede decirse que son monopolios. Y de hecho ya se están consolidando como los indispensables proveedores de productos basados en inteligencia artificial para todo el mundo.
Cada una desarrolla las áreas más pertinentes con sus intereses. Alphabet invierte principalmente en lenguaje natural, procesamiento de imágenes, voz y reconocimiento facial. Amazon prioriza la logística, el manejo de la cadena de suministros, robótica y lenguaje. Facebook invierte en realidad virtual y aumentada.
Ahora los gobiernos de Europa y Norteamérica están empezando a preocuparse por el inmenso poder económico de las gigantes tecnológicas y se enfocan en buscar una vía para evitar que abusen de este poder excesivo, especialmente en lo que se refiere a las redes sociales. Sin embargo, aun cuando logren poner ciertos límites, el tema de la concentración de la propiedad en lo que respecta a inteligencia artificial todavía no ha sido abordado.
La IA puede suponer un impacto mayor que el de las redes sociales, el comercio online o las tiendas de aplicaciones. La inteligencia artificial se nutre de datos. Y los datos se han convertido en la principal commodity. Los datos son aportados gratuitamente por los usuarios de teléfonos inteligentes, quienes actualmente constituyen la mayoría de la población mundial.
No se ha inventado mejor negocio en toda la historia de la humanidad. Los datos son gratuitos para las empresas que –con esos datos- alimentan el gasto de los usuarios y aumentan sus beneficios. Cada click del consumidor es una oportunidad de negocios para las más grandes empresas del planeta. Esto representa una inmensa transferencia de valor desde el trabajo hacia un puñado de empresas. Y como si esto fuera poco, con cada dato aportado se supera la tecnología robótica, con lo que otra consecuencia es la pérdida del empleo o la disminución de los ingresos del ingenuo consumidor.
Según el CEO de Google, Sundar Pinchai, la inteligencia artificial tendrá mayor impacto en la humanidad que el descubrimiento del fuego. Puede ser una exageración. O puede no serlo.